viernes, 18 de marzo de 2011

DÉFICIT DE ATENCIÓN


MITOS Y REALIDADES DEL TRASTORNO POR DÉFICIT DE ATENCIÓN


Todos los niños son diferentes y se desarrollan a diferentes ritmos, así que resulta común que los padres se pregunten si sus hijos se ubican en un rango aceptable de aprendizaje y si sus habilidades sociales y afectivas son acordes con su crecimiento.
En el terreno del aprendizaje escolarizado, que es donde el niño se enfrenta a un sistema que mide su rendimiento, es más probable que cualquier desajuste se haga manifiesto ¿pero cómo saber si merece una atención especial?
Los maestros y los padres son los primeros en darse cuenta de que el niño no va al mismo ritmo que sus compañeros, o que se comporta de una forma diferente a ellos, pero muchas veces la angustia que se genera alrededor lleva a formular diagnósticos y tratamientos apresurados que sólo un especialista debiera hacer. Una de las etiquetas favoritas impuestas arbitrariamente a los niños es el llamado Trastorno por Déficit de Atención, solo o combinado con Hiperactividad.
Esto puede ser tan dañino como ignorar las dificultades de un niño con verdaderos problemas, los cuales llegan a tener un impacto mucho más profundo de lo esperado y prolongarse hasta la edad adulta.
El trastorno conductual que caracteriza al TDA generalmente se manifiesta de la siguiente manera:
  • Presenta deficiencias en la producción de neurotransmisores.
  • Manifiesta ansiedad (se muerde las uñas), rabietas prolongadas, trastornos de aprendizaje.
  • Problemas infecciosos que se repiten (asma).
  • Problemas de atención y concentración.
  • Dificultad de inicio, mantenimiento y seguimiento de instrucciones.
  • Cambia de actividad con facilidad (tiene problemas para jerarquizar cuál es la actividad que debe continuar, finalizar o ignorar).
  • Parecen no escuchar a los padres.
  • El TDA puede o no ir acompañado de hiperactividad.
  • El niño se mueve mucho (se levantan de la banca para interrumpir a sus maestros o compañeros).
  • Tiene rasgos de impulsividad (interrumpe o participa en las conversaciones de los adultos), inicia peleas, no mide el peligro o sus consecuencias.
Estos rasgos pueden ser una llamada de alerta para que los papás o los maestros busquen un diagnóstico profesional.
Hay otras dos ideas que nacen de la ignorancia, pero que son plenamente aceptadas: por un lado se etiqueta a los niños de “burros”, “perezosos” o “rebeldes”, por otro lado, los padres son señalados por no educar bien a sus hijos. Ninguna de estas “creencias” ayudan al niño.
informacion :http://www.escuelaparapadres.com/index.php

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