MITOS Y REALIDADES DEL TRASTORNO POR DÉFICIT DE ATENCIÓN |
Todos los niños son diferentes y se desarrollan a diferentes ritmos, así que resulta común que los padres se pregunten si sus hijos se ubican en un rango aceptable de aprendizaje y si sus habilidades sociales y afectivas son acordes con su crecimiento. En el terreno del aprendizaje escolarizado, que es donde el niño se enfrenta a un sistema que mide su rendimiento, es más probable que cualquier desajuste se haga manifiesto ¿pero cómo saber si merece una atención especial? Los maestros y los padres son los primeros en darse cuenta de que el niño no va al mismo ritmo que sus compañeros, o que se comporta de una forma diferente a ellos, pero muchas veces la angustia que se genera alrededor lleva a formular diagnósticos y tratamientos apresurados que sólo un especialista debiera hacer. Una de las etiquetas favoritas impuestas arbitrariamente a los niños es el llamado Trastorno por Déficit de Atención, solo o combinado con Hiperactividad. Esto puede ser tan dañino como ignorar las dificultades de un niño con verdaderos problemas, los cuales llegan a tener un impacto mucho más profundo de lo esperado y prolongarse hasta la edad adulta. El trastorno conductual que caracteriza al TDA generalmente se manifiesta de la siguiente manera:
Estos rasgos pueden ser una llamada de alerta para que los papás o los maestros busquen un diagnóstico profesional. Hay otras dos ideas que nacen de la ignorancia, pero que son plenamente aceptadas: por un lado se etiqueta a los niños de “burros”, “perezosos” o “rebeldes”, por otro lado, los padres son señalados por no educar bien a sus hijos. Ninguna de estas “creencias” ayudan al niño. |
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